Texto
Cuando leemos, los ojos se detienen 300 milisegundos en cada palabra. Suficientes para convertir el entramado de segmentos en significado. Y saltan abruptamente, a la siguiente. Leemos como una vieja máquina de escribir, con un engranaje sofisticado y relativamente lento que barre el texto.
Cada tanto los ojos toman un atajo. Saltan frases enteras, buscando el futuro del texto. Otras vuelven al pasado, a lugares del texto que han quedado pendientes. Así, del mismo texto cada uno convierte su relato. De fragmentos más pertinentes que otros, de intereses, de censuras, de vergüenzas…